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Yo quiero que el agua se quede sin cauce. Quiero que la noche se quede sin ojos Que los bueyes hablen con las grandes hojas Que brillen los dientes de la calavera Puedo ver el duelo de la noche herida Resisto un ocaso de verde veneno Pero no me enseñes tu limpio desnudo Déjame en un ansia de oscuros planetas, Federico García Lorca
DESAHUCIO Ángeles malos o buenos, Rafael Alberti
BEATO SILLÓN ¡ Beato sillón! La casa Jorge Guillén
LA FUENTE GRANDE O DE LAS LAGRIMAS (ENTRE ALFACAR Y VIZNAR) Mi corazón reposa junto a la fuente fría. (F.G.L.) Ay, fuente de las lágrimas, ay, campos de Alfacar, tierras de Viznar. El viento de la noche, ¿por qué os lleva la arena, y no la sangre? ¿por qué entrecorta el agua cual mi llanto? No le digáis al alba vuestro luto, no le quebréis al día su esperanza de nardo y verde sombra; pero en la noche aguda, sesgada por el dalle de los vientos que no olvidan, llorad, llorad conmigo. Llora, tú, fuente grande, ay, fuente de las lágrimas, Y sed ya para siempre mar salobre, oh campos de alfacar, tierras de Viznar. Dámaso Alonso
LA POBRE VIEJECITA
Érase una viejecita Sin nadita que comer Sino carnes, frutas, dulces, Tortas, huevos, pan y pez Bebía caldo, chocolate, Leche, vino, té y café, Y la pobre no encontraba Qué comer ni qué beber. Y esta vieja no tenía Ni un ranchito en que vivir Fuera de una casa grande Con su huerta y su jardín Nadie, nadie la cuidaba Sino Andrés y Juan Gil Y ocho criados y dos pajes De librea y corbatín Nunca tuvo en qué sentarse Sino sillas y sofás Con banquitos y cojines Y resorte al espaldar Ni otra cama que una grande Más dorada que un altar, Con colchón de blanda pluma, Mucha seda y mucho olán. Y esta pobre viejecita Cada año, hasta su fin, Tuvo un año más de vieja Y uno menos que vivir Y al mirarse en el espejo La espantaba siempre allí Otra vieja de antiparras, Papalina y peluquín. Y esta pobre viejecita No tenía que vestir Sino trajes de mil cortes Y de telas mil y mil. Y a no ser por sus zapatos, Chanclas, botas y escarpín, Descalcita por el suelo Anduviera la infeliz Apetito nunca tuvo Acabando de comer, Ni gozó salud completa Cuando no se hallaba bien Se murió del mal de arrugas, Ya encorvada como un tres, Y jamás volvió a quejarse Ni de hambre ni de sed. Y esta pobre viejecita Al morir no dejó más Que onzas, joyas, tierras, casas, Ocho gatos y un turpial Duerma en paz, y Dios permita Que logremos disfrutar Las pobrezas de esa pobre Y morir del mismo mal
Rafael Pombo |
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